"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Una sola vez he tenido a Dustin Hoffman cerca. Fue en el Festival de Berlín de
1989. El actor, que entonces tenía 51 años, venía a presentar Rain Man de Barry Levinson. En una especie de junket surrealista con un grupo de periodistas, Hoffman dijo una cosa que no se me ha olvidado nunca: “He venido desde Londres. El vuelo dura una hora y media. Cuando aterrizamos, todo el mundo se puso en pie. Siempre pasa. Y es absurdo, porque todos sabemos que habrá que esperar media hora a que salgan las maletas.
Lo normal sería levantarse tranquilamente, despedirse de la gente que ha viajado contigo aunque no la vuelvas a ver nunca, celebrar que el avión no se ha estrellado y salir a tiempo de recoger el equipaje. Pero no, todos se levantan y quieren salir”.
Me pareció entonces, y me lo sigue pareciendo ahora, la reflexión de alguien que sabe estar en la vida. De alguien que es consciente que levantarse en el avión antes de que abran las puertas, a lo único que conduce es a entorpecer el camino a todos los demás y sobre todo a uno mismo. Pienso que este actor, bajito, moreno, con un rostro inconfundible, protagonista de películas inolvidables de los últimos ¡cuarenta y cinco años!, ha aplicado esta norma a su propia vida y a su propia carrera.
Lo primero es llegar, sea adonde sea que quieras llegar: una ciudad, una película; luego, felicitarse de haber llegado hasta allí, de haber conseguido estar donde quieres estar en el momento que quieres estar. Dustin Hoffman ha sabido hacerlo. Y no lo tenía fácil.
Su físico no era precisamente el del galán de cine habitual, pero él supo imponer su personalidad desde que apareció en una pantalla al lado de Anne Bancroft, Mrs. Robinson, en El graduado, una película que marcó una generación.
Un filme que tiene uno de los finales más especulativos que se puedan imaginar, con Dustin/ Ben y Katharine/Elaine sentados en un bus yendo hacia un futuro completamente incierto.
Vinieron después títulos memorables: Cowboy de medianoche, Pequeño gran hombre, Lenny, Todos los hombres del presidente, Tootsie… Sus mejores personajes corresponden a los años 70, 80. Pero Hoffman es mucho Hoffman. Y allí donde muchos actores pierden el camino, él supo sentarse en el avión y esperar a que abrieran las puertas de una nueva etapa, menos espectacular, pero no menos sólida.
Hace poco más de un mes Dustin Hoffman cumplió 75 años. Una edad en la que mucha gente no solo no sigue viajando, sino que ha decidido bajarse del avión.
Él no, el lo que ha decidido es cambiar de asiento y meterse en la piel de director para descubrir una nueva vocación, un nuevo camino detrás de las cámaras en una película que habla de vejez, pero no de decadencia. Hoffman sigue volando. Y esta vez llega
hasta San Sebastián para recoger un Premio Donostia muy especial, el que celebra los 60 años del Festival. Felicidades a los dos: al actor y al Festival.
NURIA VIDAL