"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Thérèse Desqueyroux ( Relato íntimo, 1962), es una de las adaptaciones literarias que realizó Georges Franju, en este caso sobre la novela de François Mauriac, y contando con el propio escritor como coguionista. Como en el caso de Thomas l’imposteur (1965), sobre la novela de Jean Cocteau, Franju consigue un equilibrio total entre el respeto al texto original y la plasmación de un universo visual propio. A pesar del carácter realista del relato, el director francés se las arregla para acentuar las atmósferas extrañas y ensoñadoras que tan bien dominaba, al representar el drama de una mujer atrapada.
Thérèse Desqueyroux (interpretada por la Emmanuelle Riva que acabamos de ver en Amour de Haneke, cuarenta y siete años más tarde), se casa con Bernard (Philippe Noiret) en parte por un impulso y en parte por conveniencia familiar, pero en ninguno de los dos aspectos se le ve convencimiento, un interés verdadero. El matrimonio permite perpetuar el majestuoso pinar que rodea la mansión y cuyos árboles se convierten en simbólicos barrotes del aprisionamiento que sufrirá Théresè con una forma de vida que no le interesa nada, con un marido que nada tiene que aportar. Los flashbacks lanzan ecos de la ‘otra’ Thérèse, la que sueña con la vitalidad y la luz, la que siente una fascinación especial por una mujer, Anne, interpretada por Edith Scob.
La película comienza con la salida de un juicio: Thérèse ya queda marcada por las terribles consecuencias de su intento de liberación y Franju mostrará a continuación qué la ha llevado hasta allí, cómo y por qué ha tratado de deshacerse de las ataduras con esa mansión, con ese marido inerte, con esa sociedad provinciana que la atrapa de forma similar a la del protagonista de La cabeza contra la pared (1959). Al uso de la naturaleza, de las ramas de los árboles, del terreno vacío, Franju suma una fotografía de luz fantasmagórica (obra de Christian Matras y Raymond Heil) para representar la amenaza y la opresión sobre Thérèse, que llega a su culminación en las secuencias en las que la mujer, tras cometer su acto criminal, es confinada en una habitación. Franju trasladó la historia a la época contemporánea y allí, entre novelas y la música de un tocadiscos, creó de forma fascinante un mundo para Théresè.
En el pasado Festival de Cannes se estrenó una nueva versión de Thérèse Desqueyroux, que resultó ser la película póstuma del director Claude Miller, con Audrey Tautou como protagonista. Sigue los pasos del filme de Franju, pero con un tono mucho más académico, sin su melancolía y su inquietante atmósfera.
RICARDO ALDARONDO