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Carne de perro, el primer largometraje del director Fernando Guzzoni, es la historia de Alejandro, un ex torturador de la dictadura de Pinochet que estuvo en el lado oscuro de la historia política chilena reciente. Es un hombre elemental y rudimentario que hizo cosas absolutamente deleznables, que intenta reconstruirse y que vive hoy día en un país que también se olvidó de él. “La película ocurre íntegramente en el presente, no hay ningún flashback. Es un seguimiento a un personaje en un periodo de su vida donde se encuentra en un estado de disociación con su entorno. Es alguien en busca de su personalidad, que va chocando con sus contradicciones y que tiene un pasado complejo que le configura el presente”, cuenta.
Director muy joven que se considera hijo de la dictadura, ha tratado un tema muy presente en su vida: “ En mi caso siempre ha existido un interés por esta realidad con la que crecí. No es un tema que en Chile esté zanjado, ocurren cosas diariamente que nos hacen revisitar aquellos años. Sin ir más lejos, ayer salió la noticia sobre uno de los subsecretarios de Interior de Pinochet, uno de los que entregó listas de gente opositora al régimen. Mi película es también una reflexión sobre cómo Chile se construye de esa fractura, aún hoy muy presente”.
Fue la cara del propio actor, Alejandro Goic, quien inspiró al realizador a la hora de escribir la historia. Es un personaje escrito para él. Un actor que fue detenido y torturado tras el golpe militar de 1973 es quien da vida en el filme a un antiguo agente de la Dina: “La película me haservido para encarar los hechos, aunque ha sido verdaderamente complicado para mí. Mi primera inspiración fue pensar en Fernando Pesoa, el poeta portugués, que dijo que todos tenemos una víctima y un verdugo dentro. Yo nunca quise abordar psicológicamente este tema, era nuestra forma de sobrevivir, pero estas cosas hay que contarlas. Lo que más me duele es que voy a vivir con el recuerdo de esta persona con mayor intensidad que el de la gente que amo, aquellos torturadores vivirán conmigo hasta el fin de mis días”, explica un cada vez más emocionado Alejandro.
“En la película traspasé mi necesidad de humanizar a esta persona, porque eso es lo terrible, que son seres humanos a los que circunstancias particulares llevaron a hacer lo que hicieron, soldados rasos obligados, bajo amenaza de muerte, a torturar y asesinar”, continúa relatando el actor mientras se le va quebrandola voz hasta romper a llorar. “La primera vez que me torturaron, yo lloraba, pensaba que me había quebrado para siempre, que habíamos perdido todo por lo que habíamos peleado. El hecho de que alguien abusara de una manera tan brutal y cruel deotro ser humano me hizo perder toda esperanza”.
Esa humanización del torturador puede crear una cierta empatía entre el público, pero tanto Fernando como Alejandro quieren dejar claro que su intención no ha sido la de exculparles: “Me parecen lo peor, pero yo no quería sólo transmitir eso, sino desnudar la complejidad de este personaje que puede ser el taxista que hoy día te lleva a tu casa.
Y es que una cosa es la terrible humanidad de la historia y otra la justicia. Aquellas personas merecen pagar y algunos de los que hicieron aquel trabajo sucio, lo están haciendo. Pero aquellos responsables políticos son ahora ministros de Estado y diputados del Gobierno de Sebastián Pineda, ¡esos perros! No podemos dejar que todos aquellos que tienen las manos manchadas de sangre vivan en la impunidad total. La película también quiere reflexionar sobre ello. Existe un problema no resuelto, ¡así se está construyendo este Chile!”.
N.A.