"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Tras la Concha de Plata al Mejor Director que obtuvo en 2009 por La mujer sin piano, Javier Rebollo vuelve a concursar en San Sebastián con El muerto y ser feliz, una road movie atípica rodada en Argentina sobre la marcha a lo largo de casi 2.000 kilómetros, los que separan Buenos Aires de la provincia de Salta en su frontera con Bolivia.
El filme es un juego de representaciones que intenta “crear una sospecha de lo real”, según su director. “La idea que buscamos trasladar al público es la de que no se fíe de todo lo que ve”, apuntó Rebollo a la hora de justificar uno de los elementos más llamativos del filme, una voz en off continua que, de manera irónica, proporciona al espectador información sobre aquello que ha visto, está viendo y verá. El cineasta negó que este recurso potenciara contradicciones en la narración: “La película no es contradictoria, es paradójica”.
En ese juego de representaciones la memoria ocupa un lugar fundamental: “Nos hace desconfiar de cómo sucedieron las cosas en realidad y en un determinado momento los hechos evocados dejan paso al mito”. En este caso se trata de la memoria de un asesino a sueldo al que una enfermedad terminal le empuja a una suerte de huida hacia adelante donde su objetivo será recordar el nombre de la primera persona a la que mató por dinero. José Sacristán pone voz y rostro a este personaje: “Es un traje hecho a medida que tiene elementos de otro papel que hice hace años en una película que también dirigí y que se titulaba Cara de acelga”, explicó el actor madrileño. De su popularidad entre el público argentino dio fe Javier Rebollo al afirmar que “mientras rodábamos tuve la sensación de que si a Pepe le hubiera dado por presentarse a presidente de Argentina, ganaba de calle”.
A la hora de retratar la enfermedad del personaje “optamos por mostrar un deterioro poético y no físico –según el director– porque a mí ese modo de interpretar a un moribundo viendo cómo suda y se consume me parece algo obsceno y muy trabajoso y no me gusta la solemnidad”. En este sentido la co-guionista Lola Mayo apeló a su propia experiencia en la realización de documentales sobre pacientes terminales para afirmar que “igual que hay maneras de vivir, hay muchos modos de morir”.
Y algunas de esas maneras están en la cinta donde se muestran varios posibles finales para el protagonista, siempre en el terreno de lo épico y con un ojo puesto en el western clásico. “Realmente ésta fue la única referencia que tuve clara a la hora de rodar esta película”, confesó Javier Rebollo.
J.I