"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Hombre de thriller, David Fincher ha intentado dar caza al asesino tres veces. En la aún inédita The Girl with the Dragon Tattoo (2011), nueva adaptación de la novela de Stieg Larsson, y en dos de los thrillers más importantes del cine moderno: la fundamental Seven (1995), película que inauguró un modelo narrativo y estético de thriller que –aun ya muy degradado– todavía colea, y Zodiac (2007),una de las entradas más sorprendentes del cine negro americano de las últimas décadas.
Doce años y un abismo conceptual separan estos títulos. Maestro en el juego con los códigos y los mecanismos de un género que ha tanteado desde varias posiciones, el autor de La red social (2010) ofrecía en ambos casos una película de psycho killer, pero su aproximación al subgénero era distinta en una y otra. Seven es un juguete sofisticado, un puzzle en el que las piezas encajan pese a estar montado de un modo extraño,una demostración de ingenio alucinante. Zodiac, en cambio, es un rompecabezas pretendidamente incompleto, un fascinante recorrido –cerebral, incierto, desgajado– por los meandros de una mente criminal.
Sobre la investigación de una serie de crímenes rituales, Seven juega al gato y al ratón. Encara las mentes superdotadas de dos policías con la mente superlativa y desquiciada de un psicópata. El mecanismo es conseguir –a base de tensión, ingenio y sordidez– que las jornadas de caza cada vez sean más desesperadas y agónicas. Para respaldar el malestar, Fincher embruteció el escenario del crimen y sofisticó el diseño de muertes (más propio de una película de terror que de un thriller) en una propuesta estética que sería imitada hasta la saciedad.
Más de una década después, Fincher ofrecía el reverso de Seven en Zodiac, un thriller opuesto a aquel en lo conceptual, narrativo y formal. En torno al intento de captura del Asesino del Zodiaco, ya llevado al cine con anterioridad (en Harry el sucio, por ejemplo), Zodiac es pura contención y sobriedad: ni amago del ramalazo lúdico de Seven. Hay mucho en ella del thriller americano de los 70: tiene el naturalismo agresivo, el pesimismo urbano y la violencia en seco de los títulos más emblemáticos de William Friedkin, Sidney Lumet, John Frankenheimer o Donald Siegel.Pero Fincher se movía en un plano más cerebral. El impulso, el instinto, el punto de irracionalidad de los personajes de esos thrillers era canjeado en Zodiac por una investigación (periodística y policial) concienzuda, apesadumbrada, hasta agónica, de los indescifrables mecanismos de la mente del asesino.
ANTONIO JOSÉ NAVARRO