Que qué hace un actor y director teatral metido a jurado? Pues eso mismo me pregunto yo”, bromea Juan Diego Botto al ser preguntado sobre su nueva condición de componente del equipo que decidirá el Premio de esta edición de Horizontes Latinos. “Cuando me lo propusieron, primero Txema Prado y luego José Luis Rebordinos, si te digo la verdad ni me lo pensé”, asegura. “Me pareció un plan estupendo estar aquí viendo películas latinoamericanas, pasar una semana visionando buen cine y contribuir a esta cosa tan bonita que es el Festival de San Sebastián.” Además, “siempre había estado del otro lado -recuerda- presentando películas, y me pareció que podía ser divertido estar ahora valorando el trabajo de otros”.
El actor es un buen conocedor de este certamen, al que ha acudido en varias ocasiones para estrenar sus trabajos: Martin (Hache) (1997), Los abajo firmantes (2003), Roma (2004), Obaba (2005) o Vete de mí (2006).
“ Cuando vienes como actor, los jurados te parecen una cosa casi mística, una suerte de oráculos que han de decidir el futuro de Atenas -y Atenas es tu película- y me parecía divertido saber cómo es ser parte de ese oráculo. Luego es un trabajo también, pero rodeado de buena gente, expertos en esto, con muchas ganas de ver cine y de que les gusten las películas, y eso está muy bien”.
Botto es muy positivo ante las trece cintas que componen la selección de Horizontes Latinos: “Creo que se ha hecho una muy buena selección, donde está representado lo que más sonaba en los distintos países, con temáticas muy distintas y de todos los estilos y con presencia de las cinematografías más pujantes”.
“¿La mejor película? En Horizontes entregamos un solo premio, a la mejor, y como hay que valorarlo todo, es muy difícil aislar aspectos, pero yo creo que lo primero que entra en juego es la entraña”, asegura el actor. Para él, “el arte habla primero al corazón, al instinto, porque el arte tiene vida” y, “aunque por supuesto una película tiene que moverte a la reflexión, si no te va al corazón primero, es difícil luego valorarla solo racionalmente”, explica.“Una vez que una buena película te ha conmovido, te ha emocionado, porque te ha revelado aspectos nuevos del ser humano, por lo que sea, ya pasas a si la estructura está bien hecha, si los actores están bien, si el director ha mantenido el pulso de la historia, si la luz es coherente, la dirección artística y todo lo demás”.
Saludable cine latino
Juan Diego Botto nació en Buenos Aires en 1975. Su padre, el también actor Diego Fernando Botto, fue uno de los desaparecidos de la dictadura militar argentina. Con su madre, Cristina Rota, emigró a Madrid en 1979 y es aquí donde se ha desarrollado la mayor parte de su carrera de actor. Sin embargo, sus vínculos con Argentina continúan vivos también en su trabajo: Martín (Hache) con el director argentino Adolfo Aristarain, con quien también hizo Roma, o más recientemente Las viudas de los jueves, con Marcelo Piñeiro como director y los actores Ernesto Alterio y Leonardo Sbaragglia. “De las cinematografías latinoamericanas, la argentina es la que tengo más cerca, y realmente creo que está viviendo un buen momento”, opina. “Hay directores nuevos, con nuevas historias muy interesantes y siempre sostenidos por unos grandísimos actores, que aunque sea un lugar común, lo de la calidad de los actores argentinos es cierto. Además, la baja calidad técnica que se les reprochaba a veces, también ha mejorado mucho”.
“Ese buen momento, como en otros países de América, es aún más meritorio teniendo en cuenta que en la industria hay menos dinero, y eso refleja la gran cantidad de talento que tienen que emplear los directores en buscar historias, en contarlas y en llevarlas a cabo”. Destaca también el caso de México, “donde sobre todo en la última década se está haciendo muy buen cine, y está copando nuestras pantallas y ganando muchos premios”.
PILI YOLDI