"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Es un gran acto de generosidad, devoción y admiración que la cineasta Agnès Varda haya dedicado tres películas a la vida y obra de su marido, Jacques Demy. El propio universo de Agnès Varda no es menos personal y rico que el de su compañero, ahí están películas como Cleo de 5 a 7 (1967), Los espigadores y la espigadora (2000) o la hermosa recapitulación de su propia vida que es Les Plages de Agnès (2008). Ese acto es especialmente valioso por la aportación artística y la emoción bien entendida con que Varda acomete la tarea.
Jacquot de Nantes (1991) es un insólito modo de biografía en el que el documental y la representación del recuerdo se fusionan de forma conmovedora. El grueso del filme recrea como una ficción la infancia y adolescencia de Jacques Demy en Nantes, en un blanco y negro que parece pertenecer realmente a los años 40. Además, se intercalan entrevistas con el verdadero Demy adulto, e imágenes de sus últimos días, despedida junto al mar. Con la melancolía afín a buena parte de la obra del director, Jacquot de Nantes se retroalimenta con la propia materia del cine y el azar: cuando Varda acudió a rodar al mismo garaje y el desván que los padres de Demy tenían cuando era niño, encontraron bajo restos de neumáticos y piezas de automóviles las figuritas de cartón y pedazos de celuloide que Jacquot utilizó para hacer de forma absolutamente casera y artesanal sus primeras películas. Improyectables ya, fueron recreadas minuciosamente a partir de los recuerdos de Demy, que pasaba enfermo sus últimos días al otro lado del set de rodaje. Ese trabajo de amor de Varda se trasluce en una película tan hermosa y emotiva en sí misma, como reveladora de las conexiones entre una vida y una obra.