Es difícil enfrentarse a los miedos más profundos, a esos que hablan de la oscuridad, de la soledad, del dolor o del aislamiento. Es difícil enfrentarse a lo que nos atenaza, nos incomoda, nos desasosiega y nos hace ser débiles. Es difícil ser fuerte.Es difícil estar solo y querer seguir estándolo. Son temores recurrentes, amenazas que nos atacan en momentos de debilidad. La literatura, el teatro, el cine, son vías de escape para los fantasmas y los sueños de nuestra imaginación, y siempre han hurgado en historias incómodas y situaciones extremas, y han inventado peligros desconocidos y héroes imposibles. Una de sus mayores aportaciones es precisamente crear esos mundos imaginarios que unas veces consiguen que nos evadamos del deambular diario, y que otras nos ponen frente al precipicio,nos empujan un poquito más para que podamos ver qué es lo que hay más allá de esa línea que nunca pensamos que podríamos traspasar. Esos laberintos que, como las librerías de Borges, sólo existen en nuestros refugios mentales, son la base de toda ficción.
En la cinta que presenta Jan Zabeil hay un cierto intento de llevarnos hacia esa línea roja.“Cine de aventuras”, reza la sinopsis de la película. Pero el verdadero acierto de este trabajo no es la aventura en sí, no es la situación de desamparo terrible que experimenta un joven alemán cuando su guía africano muere durante la noche en medio del delta de un gran río, sino la impresión de que esa soledad absoluta, esa situación extrema al sentirse rodeado de un medio hostil sin herramientas para escapar, es una situación real, posible, verdadera.
“¿A qué has venido?”, le pregunta el pescador.“No lo sé”, responde el joven. “Bueno, pues ya estás aquí”. El diálogo puede parecer absurdo, pero lo que se nos revela realmente absurdo es el propio viaje inocente de un joven que aparentemente busca nuevas sensaciones y que se encuentra frente a frente con la violencia de una naturaleza y de un medio extraño, inabarcable e incomprensible. Que se encuentra frente a frente con algo que no puede controlar ni dominar, y que, probablemente, solo había acertado a vislumbrar en la ficción. O en el cine de aventuras.
A.B.