La primera película que vio en televisión fue King Kong, y en el cine Godzilla. Álex de la Iglesia (Bilbao, 1965), director de El día de la Bestia (1995), La Comunidad (2000) y 800 balas, entre otras, reconoce que, como director, le gusta el cine fantástico y sorprende escuchar que como espectador su género preferido es “la comedia romántica, y si puede ser de Julia Roberts, ¡mejor!”, dice con una sonrisa. Álex de la Iglesia confiesa tener un “amor desesperado por ver películas y disfrutar de ellas”. Quizá por eso haya aceptado la
invitación de asistir al Zinemaldia como miembro del Jurado Oficial. Explica que la sección le ha parecido muy variada, con “cosas fantásticas, otras terribles, propuestas que no encajan para nada con mi manera de ver el cine y otras que, sorprendentemente, me encantan”. Es así como, según el realizador bilbaíno, tiene que ser una Sección Oficial: “variada y capaz de interesar a mucha gente”. El cineasta ha participado como jurado en otros festivales, como el de Sitges o Málaga, aunque está más acostumbrado a competir con sus películas. Entre proyección y proyección, hace una breve pausa para contestar
a las preguntas de los periodistas.
¿Dónde suele ver usted las películas?
Puedo verlas en un I-pad o en un ordenador, pero generalmente las veo en la pantalla. Yo soy más de sala. Me gusta el fenómeno de ir al cine: comprar palomitas, quedar con mis amigos; me gusta llegar, ver anuncios, tráilers y que empiece la película. Y luego salir y comentarla mientras ceno. Eso me encanta.
¿Cómo le sienta tener que valorarlas y decidir cuál se lleva el premio?
Si partes del principio obvio de que juzgar y comparar películas es absurdo e incluso contradictorio, y lo asumes, puedes llegar a pasártelo muy bien. Tienes la oportunidad de ver mucho cine y, al final, se elegirá la película que más le haya gustado al Jurado. Sin embargo, esto no querrá decir en absoluto que sea la mejor película, ni la más interesante para el público, sino simplemente la que más le ha gustado al Jurado. Creo que ese es el objetivo, o al menos lo es para mí.
Conociendo al resto de miembros del Jurado, ¿será fácil decidir cuál es la que más les ha gustado?
No, desde luego. Nos llevamos todos fantásticamente, somos muy amigos, pero también somos todos muy distintos. Nuestros gustos y pareceres son totalmente contrarios. Así que va a ser complicado. Yo voy a defender mi criterio con toda la fuerza que pueda.
Dice que la Sección Oficial es muy variada, ¿será aún más complicado tomar decisiones?
Sí. Es como si en una sección de gastronomía compitieran una tarta de queso con un cordero, y uno se pregunta qué tendrá que ver una cosa con la otra. Eso es lo que ocurre en la Sección Oficial.
Siendo un director bilbaíno, ¿cuál es su relación con el Festival?
Muchas veces de cariño, otras me han dado ganas de matar a alguien porque no escogía mi película. La verdad es que lo mejor ha sido cuando era espectador. He venido al Festival desde que tenía 17 años, así que llevo ya… ¡muchísimos años viniendo!
Como profesional siempre se sufre más. Esta edición estoy disfrutando mucho más como jura-do que cuando me ha tocado competir en la Sección Oficial o en Zabaltegi porque es un proceso muy angustioso. De pronto te sientes como pasando un examen y, ¡ya estamos mayores para eso!
Este año está de moda preguntar por el futuro del cine…
Pues no creo que sea ni un futuro negro, ni gris, ni nublado ni nada por el estilo. El futuro del cine está en un cambio radical de formato y de maneras de verlo y de entenderlo. Cambiarán el contenido y los productores, los distribuidores, la manera de exhibirlo… Pero seguirá siendo una de las mejores herramientas que existen para contar historias y habrá largometrajes enormes en proyecciones en varias dimensiones cada cual más bonita.
Balada triste de trompeta cosechó un gran éxito en la Mostra de Venecia en 2010. ¿Qué significó para usted?
Fue una alegría. Me dieron el premio a la mejor dirección y al mejor guion en uno de los festivales más importantes del mundo. Y, bueno, todas mis pretensiones de cumplir algún tipo de pasión desatada, vanidosa y soberbia están cubiertas. Fue uno de los mejores momentos de mi vida.
¿A qué se debe el giro dramático de esa última película?
Se debe a que creo que mi obligación, mi deber y mi trabajo consisten en arriesgar y hacer lo que creo que es conveniente en el momento en que creo que es conveniente. Y eso es apostar, precisamente, por algo distinto. Es lo que hice en Balada: intentar ser sincero con mi manera de ver el cine, con mis sentimientos y con lo que yo quiero hacer. Creo que es el deber de un cineasta: contar la historia de la manera que a él le parece atractiva para que resulte atractivo a los demás. Hay que pensar siempre en el público a través de uno mismo. Y si el giro le pareció dramático en Balada triste de trompeta, espere
a ver La chispa de la vida. El tráiler está ya en internet.
Dispuesto a estrenar La chispa de la vida, con José Mota y Salma Hayek, ¿tiene ya algún otro proyecto entre manos?
Sí, voy a empezar una película, espero que en marzo. Está en proceso de preparación.
Y, ¿tiene intención de rodar alguna vez en Bilbao?
Bilbao es un lugar perfecto para un thriller. Lo que pasa es que ha cambiado mucho. Ya no es como lo conocía yo. Pero bueno… ahora también es bonito, de otra manera. Digamos que se ha “donostizado”.
ITZIAR OTEGUI