"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Jacques Demy clausuró su filmografía con tres musicales de muy distinto signo.El de mayor relieve es el primero, Una habitación en la ciudad (1982), que enlaza con Los paraguas de Cherburgo (1964) en tanto que melodrama sentimental enteramente cantado. Era un proyecto que Demy venía acariciando desde su juventud, pero cuyo coste y ambición lo aplazaron hasta que una entusiasta productora, Christine Gouze-Rénal, cuñada del entonces presidente Mitterrand, entró en juego. El filme está ambientado en su querida Nantes en 1955, en el transcurso de una cruenta huelga portuaria. Romanticismo exaltado, reivindicación de la clase obrera como fuerza motriz de la sociedad y superávit de fatalidad conforman los ingredientes de este retorno a la médula de su cine más personal. Memorables las creaciones de la venerable Danielle Darrieux (único miembro del elenco que canta con su propia voz las canciones) en el rol de aristócrata decadente y adicta a empinar el codo,Dominique Sanda (cubierto su desnudo cuerpo por un abrigo de pieles) y Michel Piccoli, amante celoso que probará en su propio cuello los afilados afeites de Sweeney Todd sin salir de su decorado: una de esas tiendas Demy tan características como sus marineritos de blanco (que también se dejan ver: para Demy, los marineritos de blanco son como las blancas palomas para John Woo).
Cuando promocionaba Una habitación en la ciudad,Demy ya anunciaba que su próxima película sería una adaptación de “Orfeo” llevada al ámbito contemporáneo del pop-rock: “Mi Orfeo será un cantante adorado por la juventud, como pueden serlo John Lennon o David Bowie”. Parking (1985) es un delirio discotequero que convoca al mismísimo Jean Marais (en la piel de Hades) para subrayar su vínculo con Cocteau, de cuyo barroquismo se apropia Demy pintando un infierno ultra-kitsch y filogay de acceso limitado únicamente a los amantes del exceso. Lástima no haber fichado a Serge Gainsbourg (aunque ya era mayorcito) para inyectar algo de pathos al personaje, porque Francis Huster se revela demasiado sosito, y Parking se resiente de ello.
Trois places pour le 26 (1988), en fin, es a la vez una celebración de Marsella, de Yves Montand (que escenifica su vida), del musical tout court (sobresalientes el número con el barco de atrezo y el popurrí que incluye, entre otras, “Singin’ in the Rain”, “Cheek to Cheek” y… “Los paraguas de Cherburgo”) y del incesto, tema demyano (¡qué mal huele esta palabra!) que aquí alcanza una cúspide de jocosa desfachatez. Un dignísimo broche, alegre y melancólico a un tiempo, a una filmografía magistral.
JORDI BATLLE CAMINAL