"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Seguramente, pocas experiencias humanas serán tan desgarradoras como emigrar sin ninguna esperanza. Emigrar no en busca de una vida mejor, no con una cierta seguridad o con la esperanza fundada de encontrar un futuro y de poder regresar con dignidad, sino emigrar como quien se tira al vacío,como quien se va sin saber muy bien por qué ni a dónde.Y, sin embargo,esa es la realidad cotidiana en la Europa actual. El continuo éxodo africano hacia las playas del Mediterráneo norte tiene unas características que lo hacen particularmente dramático: es una aventura prácticamente suicida.
La película L’Envahisseur, del videoartista Nicolas Provost, se esfuerza en explicar no las razones de la emigración, sino sus consecuencias. Es un intento de entender no por qué todo el norte de África y toda la zona del Sahel es hoy en día un hervidero de jóvenes deseosos de cruzar el mar europeo por excelencia y llegar a las costas españolas o italianas para poder alcanzar luego las grandes ciudades europeas, sino un intento de mostrar cuál es la realidad con la que se encuentran quienes todavía confían en tener alguna oportunidad, quienes anhelan la ocasión como quien anhela sobrevivir aunque luego tropiece con una barrera invisible e inabordable, la que clasifica a los seres humanos por su capacidad económica. Ya se sabe que el racismo es, fundamentalmente, una percepción que se puede medir en euros.
Por eso, lo interesante de esta película son los intentos de Amadou, un subsahariano, por escapar del guion escrito de las mafias. Su rabia y desesperación frente al destino predeterminado, y su momento de felicidad, sus diez minutos de gloria cuando consigue superar el muro de racismo. No es más que una ilusión. Todo vuelve a ser como debe ser: los negros y los chinos se hacinan en garajes, las mafias siguen extorsionando, y los europeos ricos –es Bruselas, pero podría ser París, Frankfurt, Madrid o Turín, podría ser Bilbao o Burdeos– siguen organizando conferencias y cenando en restaurantes caros.Y los emigrantes se convierten en unos meros invasores. En los que vienen a quitarnos lo nuestro.
A.B.