Hace 17 años que visitó por primera vez el Zinemaldia y, desde entonces, ha vuelto a menudo a Donostia, tanto a trabajar como por motivos personales. En esta edición viene como miembro del Jurado de la Sección Oficial.Sophie Mantigneux es francesa pero está afincada en Berlín. Como directora, de fotografía, confiesa que descubrió su vocación a una edad muy temprana: “Con once años participé en una película y me fascinó todo lo que había detrás de las cámaras. Desde entonces tuve claro que ese sería mi oficio”. Asimismo, cuenta que fueron dos películas de Ken Loach las culpables de reafirmarle en esta convicción: Kes y Family life.Con ellas descubrió “que era bueno hacer cine porque hace evolucionar, reflexionar y cambiar a la gente”.
Como única directora de fotografía del Jurado Oficial, ¿defenderá los trabajos más ricos a nivel de la imagen?
Espero no hablar solo de la imagen, como espero que el resto no hable solo de dirección o de interpretación. Creo que soy capaz de entender y valorar las interpretaciones, los guiones y la puesta en escena tanto como la imagen. Confío en que el resultado no quede demasiado especializado. Sería una pena.
¿Cree que el trabajo de equipo del Jurado será sencillo?
Es difícil decirlo, porque un Jurado son siete sensibilidades diferentes. Nos conocemos desde hace pocos días, hablamos mucho y tendremos que llegar a entendernos los unos a los otros.
Tiene usted mucha experiencia como jurado y también ha ganado muchos premios. ¿Hasta qué punto cree que es importante el papel de los festivales de cine hoy en día?
Por un lado, el cine forma parte del patrimonio cultural mundial y, por ello, es preciso que las películas sean vistas. Sin embargo,hay muchísimas películas que existen pero no se ven en las salas; muchas se quedan en el DVD.En este sentido, un festival de cine es muy importante porque permite a los profesionales y al público ver películas que de otra manera no verían nunca. Por otro lado, cada festival defiende su propia visión; tiene un ‘hambre’ específico de cine. Por eso creo que es importante que el Festival de San Sebastián exista tal y como es ahora. En cuanto a los premios, también son necesarios por el valor que tienen como reconocimiento de un jurado profesional. Quizá es más importante para actores y realizadores, que los necesitan para sacar adelante sus películas. En mi caso suponen más una ilusión personal.
La tecnología ha revolucionado el mundo del rodaje, ¿puede explicarnos cómo ha influido en la dirección de fotografía?
De una forma básica podríamos decir que la alta definición de calidad vuelve a trabajar los contrastes como los trabajábamos en 35mm. El periodo que hemos atravesado de grabación en vídeo digital permitía grabar con equipos más ligeros, pero había enormes problemas de contraste con la luz. Con la nueva tecnología ya no tenemos ese problema. Nos encontramos con una tolerancia de contrastes que es la misma que en 35mm. El cambio es apasionante porque abre muchísimas posibilidades.
También ha cambiado la forma de ver cine, que ha pasado de las salas a todo tipo de pantallas fijas o portátiles. ¿Qué opinión le merece?
Creo que es un verdadero problema. Pienso que el cine forma parte de una experiencia colectiva.Yo necesito una sala.Necesito que la pantalla sea mayor que yo. Adoro la proporción del espectador pequeñito y un mundo enorme que se abre sobre su cabeza, haciendo que incluso te sientas aplastado por él. Las películas que me gustan son aquellas por las que acepto ser aplastada, las que me gustan menos son aquellas en las que me molesta esa invasión. El hecho de que cada vez más películas se vean en un ordenador o incluso en un teléfono me molesta muchísimo.Es una pena para el cine y para la inteligencia humana por renunciar a vivir una emoción que es más grande que uno mismo. Pero es evidente que todo nos conduce hacia eso y yo no tengo solución.Solo puedo seguir apostando por la calidad.
Como profesora en la dffb de Berlín, ¿qué trata de enseñar o trasmitir a sus alumnos?
Lo primero, la pasión. Lo segundo es ayudarles a confiar en sí mismos, que no tiene nada que ver con la arrogancia, el éxito o el dinero sino con estar convencido de que lo que haces sirve para algo. Y, en términos de imagen, el amor por el oficio, que todavía es muy
artesano. Con focos, filtros, gelatinas… Quiero que vean que es agradable y que aprendan a jugar con ello.
ITZIAR OTEGUI