"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Entre nosotros nos llamábamos buenos chicos. Es como decirle a alguien: ‘Te va a caer bien, es un tío legal, uno de los nuestros’. ¿Entiendes?” (Henry Hill)
Imaginen durante unas líneas que después de su segmento de Historias de Nueva York (1989) Martin Scorsese no hubiera rodado Uno de los nuestros (1990).Para empezar, la mayor parte del mundo desconocería la historia real de Henry Hill, un joven que no quiso ser un “don nadie” y se dejó seducir por el peligroso glamur de la mafia durante tres décadas.
Sin Uno de los nuestros el cine habría perdido uno de sus arranques más salvajes, con ese hombre moribundo en un maletero al que rematan brutalmente un loco bajito (Joe Pesci),que le clava un cuchillo de cocina, y otro tipo (Robert De Niro), que le descerraja varios tiros. Y lo que es peor: la voz en off del tercero (Ray Liotta) no pronunciaría una de las citas más legendarias de la historia: “Que yo recuerde, desde que tengo uso de razón quise ser un gangster”.
Seguirían existiendo decenas de buenas películas sobre el ascenso y caída de un gangster, pero faltaría el título que dio nuevos bríos al género con un vertiginoso relato que zambulle al espectador en las entrañas de una familia mafiosa. Faltaría la obra que con mayor verismo refleja ese universo, con una violencia representada en toda su crudeza y suciedad, sin visiones románticas u operísticas.No habría momentos tan brillantes como el plano secuencia del Copacabana, los estallidos de ira del sicópata Pesci o la paranoia cocainómana de Liotta, un actor que nunca ha vuelto a ser tan grande.
Scorsese nos habría hurtado la posibilidad de verle casi como un documentalista que sigue a los especímenes de un mismo ecosistema para contemplar cómo aman y odian, cómo matan y mueren, cómo se alimentan y, sobre todo, cómo se traicionan. Nos habría privado de audaces hallazgos como los títulos de crédito del maestro Saul Bass, el prodigioso montaje de Thelma Schoonmaker, el inmejorable uso de las voces en off o una espectacular banda sonora… Y tal vez tampoco habría rodado la brillante Casino (1995), también escrita junto a Nicholas Pileggi, descubridor de Henry Hill.
Por fortuna,Uno de los nuestros, la obra maestra, el icono al que no le sobra ni un segundo de metraje, no solo existe, sino que mantiene intacta su vigencia e influencia 21 años después de su estreno. ¿Qué sería de Los Soprano sin el film de Scorsese? Es la más veterana y, quizá, la más insustituible de las casi 40 películas del ciclo American Way of Death. Revisarla en pantalla grande y en versión original es una oportunidad inmejorable de volver a disfrutar de la mafia como nunca antes la habíamos visto.
JUAN G. ANDRÉS