"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Los mejores filmes de Walter Hill expresan una enorme tensión entre la nostalgia por un “género” o tendencia estético- narrativa (el cine negro), enfrentada a sus variaciones más modernas –como, por ejemplo, el actioner: ver Límite 48 horas (1982)–,pasando por la devoción de Hill hacia el western y su vocación de auteur a contracorriente. Basta con echar un vistazo a títulos tan aparentemente dispares como Driver (1978),Los amos de la noche (1979),Traición sin límites (1987) o El tiempo de los intrusos (1992) para constatarlo. Son historias sobre personajes fuera de la ley, marginados y rebeldes, que sufren a causa de un moderno dilema existencial: aspiran a una nueva forma de vida enfrentándose a un inexorable destino.Aunque, al final, solamente se contentan con sobrevivir, con salvar el pellejo… Los thrillers de Walter Hill, regidos por una violencia bronca y nada artificiosa, y por un peculiar sentido de la tragedia, de la fatalidad –influencia, muy probablemente, de sus literatos y cineastas predilectos: Homero, Conrad, Hammett,Robert Aldrich, Samuel Fuller–, dirigen una mirada esquiva, pero amarga, hacia las arbitrariedades del establishment. Del gélido conductor (Ryan O’Neal) de Driver a John Sedley (Mickey Rourke), el ladrón de joyerías “deforme” de Johnny el guapo (1989), los antihéroes de Hill son outsiders cuyas actitudes desafiantes e individualistas ponen de manifiesto los impulsos de la violencia y la anarquía que rigen el Sistema.
En este sentido, El último hombre (1996) aparece como una de las más logradas (y definitorias) películas de Hill. Para empezar, su singular tono narrativo es fruto de la suma de los dos géneros predilectos del cineasta, el western y el film noir, aderezados con unas potentes pinceladas de cine de gángsters de los años treinta (crook story). Indisimulado “remake”de Mercenario (Akira Kurosawa, 1961), a la vez que penetrante adaptación fílmica
“Cosecha roja”(1929), de Dashiell Hammett, la facilidad, la superficialidad, el efectismo, han sido desterrados de sus imágenes, aproximándonos a la textura áspera de sus primeras obras. Su protagonista, el gunslinger-forhire John Smith (Bruce Willis), cuya titánica hazaña es extirpar la hedionda corrupción institucionalizada que impera en la fronteriza aldea de Jericho, es un personaje anárquico y materialista, sí, pero dotado de una ética démodé sobre la protección de damas indefensas. Un individuo capaz de sobrevivir e imponerse en un universo de hombres salvajes, movidos únicamente por instintos rapaces, por la sed de sangre más extrema,que convierte El último hombre en una brutal y abstracta fábula sobre las miserias morales del mundo en que vivimos.
ANTONIO JOSÉ NAVARRO