"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
En los últimos años treinta, mientras James Cagney agujereaba alegremente cuerpos con sus armas de fuego, el adolescente Mickey Rooney endulzaba las plateas con sus afables comedias de Andy Harvey o cantando y danzando junto a Judy Garland. Veinte años después, Rooney había crecido en todo salvo en estatura, pero sorteaba ese escollo (como Danny DeVito) con una descomunal descarga de electricidad corporal de médula, sí, cagneyana. Ver a Rooney en el rol protagonista de Baby Face Nelson (1957) es volver a ver al Cagney de The Roaring Twenties (1939) o Al rojo vivo (1949): pura energía encolerizada. Vibrante e inmaculado film de gángsters de raíz tradicional (los asaltos a bancos o a furgones blindados, por ejemplo, son toda una lección de clasicismo), Baby Face Nelson descuella, además de por Rooney, por uno de esos incontestables
castings que sólo podían darse en la edad de oro del film noir, un catálogo de siluetas talladas en perfecta sintonía con sus agrestes personajes: Anthony Ca-ruso, Leo Gordon, Jack Elam, Ted De Corsia, Elisha Cook Jr…
Avancemos una década. Ahora quien ha crecido es el realizador de Baby Face Nelson, Don Siegel: de las filas señeras de la serie B a producciones holgadas para grandes
compañías como Brigada homicida (1968) o Harry el sucio (1971), dos títulos cruciales en su carrera, ambos hermanados por la figura del policía duro, individualista, expeditivo y en permanente liza con sus superiores. Los diferencia, eso sí, la elección de sus protagonistas, que traza algo así como una frontera entre el viejo Hollywood (el Madigan de Richard Widmark, actor entonces en la cima aunque ya no por mucho tiempo) y el Hollywood moderno (el Harry Callahan de Clint Eastwo-tanto que uno no se imagina a od, que acababa de despuntar). Eastwood asistiendo, como hace No es éste un detalle baladí, en Widmark, a una fiesta de graduación de nuevos policías, impecablemente vestido con frac, como tampoco cabe imaginar a Widmark impidiendo un atraco en plena calle sin dejar de masticar, casi
obscenamente y con chulería de legionario, su hot dog, imagen que selló categóricamente la iconografía eastwoodiana.
Una y otra son piezas maestras del cine policíaco, narradas con inquebrantable pulso firme y recorridas de un agrio desencanto que, en el caso de Harry el sucio, fue tachado (incluso por voces tan autorizadas como Pauline Kael) de fascista. Sus éxitos prolongaron las presencias de Widmark y Eastwood en sus personajes, el primero en una serie de televisión de seis capítulos (1972-1973), el segundo a lo largo de cuatro secuelas entre 1973 y 1988.
Jordi BATLLE CAMINAL