En la medida en que los estereotipos son un elemento indispensable de la organización y la anticipación de la experiencia, previniendo nuestra caída en la desorganización mental y el caos, ningún arte puede prescindir de ellos”, decía Theodor W. Adorno, quizá el teórico crítico más importante del siglo XX. Abro un artículo sobre Julia Roberts hablando de estereotipos porque la Roberts es o está a punto de convertirse en un estereotipo de sí misma. Como explica la profesora Eva Parrondo, “la identificación colectiva de las espectadoras con 'Julia Roberts' no quiere decir que las espectadoras sean o quieran ser como 'Julia Roberts' en la realidad sino que más bien quiere decir que 'Julia Roberts' representa una feminidad contradictoria que las espectadoras reconocen como propia y es en este sentido en el que 'Julia Roberts' conforma un modelo social de identidad". En realidad existe una correlación entre el personaje que catapultó a la fama a la actriz Julia Roberts, la prostituta de Pretty Woman, y el personaje mediático Julia Roberts. Ambas condensan en su icono tres estereotipos femeninos antitéticos: la prostituta, la virgen/princesa de cuento de hadas y la esposa. Tres estereotipos que vienen muy de antiguo y que se pueden buscar en numerosas tríadas de diosas en casi todas las religiones y culturas, acabando en la católica (La Virgen Inmaculada, María Madre y La Piedad o María Dolorosa), tríadas que remiten asimismo a la luna nueva, la luna llena y la luna menguante. Umberto Eco señala que aunque la nuestra parece "una época de consumo rápido de las formas (porque es una época de aproximación rápida a los códigos y a sus substratos ideológicos), en realidad es uno de los períodos históricos en el que las formas se recuperan con mayor rapidez y se conservan a pesar de su aparente preterición". De ahí que el personaje mediático Julia Roberts, que tanto tiene que ver con los personajes que interpreta, despierte tanto cariño en el público y sea entendido de una forma emocional y directa. La historia que se narra en Pretty Woman remite a otras comedias románticas basadas en las convenciones propias del cuento de hadas como Vacaciones en Roma, Sabrina o Una cara con ángel, todas ellas protagonizadas por Audrey Hepburn. Pero Julia añadía a la etereidad de Audrey una dimensión carnal que su antecesora no tenía. En esta película la prostituta es en el fondo una tierna princesita rescatada por su príncipe que se convierte en una esposa. El final feliz de la película remite a un escenario heroico de cuento de hadas en el que Richard Gere/Edward es capaz de superar su miedo a las alturas para “salvar” a la princesita que le espera en la torre. Cuatro años después, en 1999, Novia a la fuga se publicitó como la secuela de Pretty Woman - "si te gustó Pretty Woman no te pierdas la oportunidad de ver cómo sus protagonistas vuelven a enamorarse" -y la campaña publicitaria se aderezó con el argumento rosa de que el público femenino de Pretty Woman "se quedó con el deseo de ver a la pareja en el altar". Para poner en escena la boda de Julia Roberts y Richard Gere, Novia a la fuga recurre de nuevo a estereotipos. El estereotipo de la "devorahombres" (así califica el periodista a su futura novia en un artículo antes de conocerla en persona) y el estereotipo de 'la mujer sureña' como una 'fierecilla in-domable' que necesita aprender a controlar sus impulsos porque en el fondo está a la espera de su príncipe. Que ella acabará en esposa lo sabíamos antes incluso de ver la cinta. Notting Hill se promocionó desde la misma fórmula: "un moderno cuento de hadas sobre lo que pasa cuando un simple hombre de la calle se enamora de la estrella de cine más famosa del mundo". De nuevo la chica es la prostituta/objeto de deseo como queda claro en la secuencia fetichista-mitificadora en la que Hugh Grant se come a Julia Roberts con los ojos cuando la ve en pantalla, protegido por la anónima oscuridad de una sala de cine. Es también la princesa en busca de su príncipe (“Tan sólo soy una chica delante de un chico pidiéndole que la quiera", declara la protagonista de la cinta) y finalmente se convierte en la esposa de un hombre que también es un estereotipo: el mismo personaje que ya interpretó Gere y que había interpretado previamente Cary Grant, un hombre elegante y encantador pero también envarado e inseguro que no sabe muy bien cómo reaccionar ante la emocionalidad al desnudo de la mujer a la que ama. Erin Brockovich situó el caché de la estrella por encima de los 20 millones de dólares y le supuso el Oscar a la mejor actriz. De nuevo los tres estereotipos: Erin es una madre soltera que viste como una puta (los modelitos que luce Julia se parecen mucho a los que llevaba en Pretty Woman) pero en el fondo desea el amor de un hombre. La Roberts nunca ha hecho de mala. En sus papeles ha rozado levemente la maldad dos veces. En La boda de mi mejor amigo en la que era una villana de pacotilla que utilizaba las estratagemas más chapuceras para robarle el novio a una buena con la que acababa a partir un piñón, y en Closer, en la que da vida a una fotógrafa que se lía simultáneamente con dos hombres. Pero ¿qué mujer no iba a entender y perdonar a otra mujer que tiene que elegir entre Jude Law y Clive Owen, y decide, con toda la lógica del mundo, liarse con ambos?. Y es por eso, por interpretar siempre un papel amable y fácilmente decodificable tanto en sus películas como en su proyección mediática, por lo que Julia gusta tanto. Julia Roberts, como icono, no aporta soluciones imaginarias a los conflictos y condiciones sociales de la mujer contemporánea, pero sí pone sobre el tapete y en representaciones de ficción estos conflictos y nos permite proyectar sobre ella nuestros propios interrogantes. Por eso, sospecho, la Roberts es un pe-sonaje tan querido por el público femenino. Su belleza, de una simplicidad terrena que no intimida con el hechizo de su perfección, también gusta a las mujeres, que no la ven como rival o competidora, sino más bien como modelo. Es el reconocimiento masivo por parte de la población femenina que ha obtenido esta estrella de la comedia romántica, lo que explica que haya llegado a ocupar un lugar privilegiado como icono de la cultura popular.
LUCÍAETXEBARRÍA