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La canción de Jacques Brel del mismo título de esta cinta dice que “sin amor todo desaparecerá”. La joven Marieke (Hande Kodja) de la ópera prima de Sophie Schoukens persigue el amor en los hombres mayores, en busca de su padre, para que no desaparezca.
La muerte de éste es un tema tabú para su madre (Barbara Sarafian), así como el pasado. La joven de gran vitalidad fotografía partes de los cuerpos de sus amantes para después recomponer diferentes imágenes en busca de esa figura que desapareció hace 12 años y de la cual apenas se acuerda.
“La falta de esa representación le lleva a buscar la ternura
y el sentimiento de protección en hombres mayores, acercándose, por otro lado, a ese momento más próximo al final de la vida, en la que se vive con una mayor intensidad”, explica la directora. A pesar de que es una historia femenina, la carencia de esa presencia masculina es tan evidente que toma el protagonismo de la historia.
Schoukens ha tardado tres años en realizar el film, en parte porque le costó buscar la financiación.“ Estamos acostumbrados a ver padres e hijos, no madres e hijas. Es una historia sobre una joven que se acuesta con hombres mayores, un tema más delicado que si se tratase de hombres mayores saliendo con mujeres más jóvenes”.
La carga del pasado
El acceso que Marieke tiene a su pasado está obstruido por la inmovilidad de su madre, y su negativa a permitirle el paso. Cuando Jacoby (Jan Decleir), amigo de su padre, aparece en la historia, la joven pasea de su mano por la casa en la que habitó con su familia y accede directamente a los recuerdos más recónditos, el suicidio de su padre.
Todo su mundo se cae y empieza a destruir lo que le rodea. “Paradójicamente, al enfrentarse a este dolor se libera de esa carga. Cuando descubres cosas malas del pasado, es necesario crecer, y ella lo hace”.
Marieke encuentra la figura del padre en Jacoby, que resulta ser el conciliador también con la madre, cargada de un importante componente de culpabilidad. “Un día tienes que recuperarte pero el suicidio es algo extremo e irracional que te deja muchas dudas. Sería otra película diferente contar por qué el padre se suicidó. Quería explorar la lucha interna
de la joven para salir de una historia tan oscura como ésta”.
Schoukens cosechó varios galardones con su cortometraje Alice ou la vie en noir et blanc
(2006), en la que también recurría a la relación entre una madre y una hija para retratar la historia de anorexia de una joven de 12 años.
Para su primera película, la realizadora belga ha contado con el director de fotografía Alain
Marcoen, colaborador habitual de los hermanos Dardenne. Las bellas composiciones poco tienen que ver con su trabajo habitual que denotan una imagen más cruda y realista. “Al principio se le hizo difícil fotografiar escenas bellas. Ahora me pregunta cuándo haremos la próxima”.
La directora belga nos presenta una historia de carencias familiares, sentimientos de culpabilidad y obsesiones, protagonizada por una joven que quiere sentir con intensidad la vida.
Ane RODRIGUEZ