"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Como una novela que te atrapa”, así se planteó Carles Bosch el documental Bicicleta, cullera, poma,y lo ha conseguido a juzgar por los largos aplausos que recibió ayer en su estreno en el Zinemaldia: “Tenemos la sensación de que ‘algo’ ha pasado”. Contaba para ello con unos protagonistas “brillantísimos y sincerísimos”: Pasqual
Maragall y su familia. Durante los dos años en los que la cámara les sigue, ni los hijos ni la esposa de Maragall, Diana Garrigosa, han leído una sola línea de lo que dicen: “En nuestra familia hemos puesto bastante para describir lo que sentimos en esta fase primera del Alzheimer, sobre la que no había ninguna película…Todo lo que decimos es espontáneo, pero no hubiéramos podido aguantar más. Ha sido una gran carga, con una gran compensación” .
A lo largo de 105 minutos, Bicicleta, cullera, poma, describe la evolución de la enfermedad de Pasqual Maragall desde que anunció públicamente que padecía Alzheimer y durante los siguientes dos años. Comienza con una declaración de intenciones del propio ‘president’: “Me gustaría que fuera una película divertida… estoy harto del ‘pobrecitos, pobrecitos’. Hay que matar el animal de la enfermedad”.
Deterioro paulatino
El film empieza con un Maragall completamente consciente y lúcido sobre lo que le viene encima. Nueve meses más tarde, doce, dieciocho… el Alzheimer se va dejando notar y la familia lo acusa. Mientras él está cada vez más desinhibido, su esposa se resiente porque ‘la libertad’ que él exige significa matar la suya propia, y necesita una solución. Diana Garrigosa se siente, a pesar de todo, afortunada porque sus hijos y amigos ayudan y desean compartir la carga, pero asegura que recuerda “cada día y me da una pena horrible” la situación de las parejas de ancianos que afrontan el Alzheimer de uno de ellos en absoluta soledad.
El objetivo de todo este trabajo, promovido por la fundación Pasqual Maragall, cuya vicepresidenta es su esposa, es la lucha contra la enfermedad y la puesta en marcha de un centro de investigación: “Estamos en el camino, pero hay que ponerse en serio. No en 24.000 sitios en el mundo y sin resultados, sino algo más especial: un centro de in vestigación proyectado por el doctor Camí, que reúna a científicos de todo el mundo”. Debe encontrarse la cura antes de que la cifra de 26 millones de enfermos en el mundo se multiplique por diez. Y para ello había que hacer una película internacional, “porque tenemos que llegar lo más lejos posible”, y eso requería no entrar en aspectos políticos
o “excesivamente locales, porque el problema es universal”.
Bicicleta, cullera, poma termina en puntos suspensivos, porque la enfermedad de Pasqual
Maragall sigue y la lucha de su familia, también. Apunta el posible tratamiento con un medicamento experimental, “desde el principio él dejo claro que probaría ensayos clínicos”, pero sin concretar efectos ni posibles soluciones.
En un momento del film, Maragall afirma que la solución al Alzheimer llegará,“pero será demasiado tarde para mí, y vivir con Alzheimer o morir con Alzheimer, ‘no morir de Alzheimer’, es muy jodido”.
La película ayudará a hacer realidad ese centro de investigación
internacional en el que “tenemos
puestas nuestras esperanzas
más profundas”.
Argi DORRONSORO