"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Es curioso: Richard Brooks participó en la Segunda Guerra Mundial, supo lo que es estar en primera línea (filmando para los documentales de Frank Capra), y sin embargo las dos películas que realizó en torno a la guerra evitan la pura batalla y se centran en aspectos aledaños. Esas dos películas, que se pueden ver hoy, son Battle Circus (1953) y Take the High Ground (1953), dos filmes más o menos bélicos, que Brooks realizó en el mismo año y estaban ambientados en la guerra de Corea, que finalizaría ese mismo año. Eran también dos producciones de Metro Goldwyn Mayer, que Brooks no terminó de controlar y que sin embargo no están exentas de interés.
Battle Circus se sitúa en la retaguardia, en un hospital de campaña y pretende mostrar el día a día de médicos, enfermeras y soldados que tienen que batallar con un doble enemigo: el que amenaza en el cercano frente y que obliga a desplazar continuamente el hospital, montar y desmontar las tiendas cada pocos días, y el que constituye la continua presencia del dolor y la muerte. Brooks evita el dramatismo “per se”. Y elabora un ágil y engrasado puzle de géneros y tonos, que van pasando sin sobresaltos del romanticismo a la tragedia, del humor a la ternura, del suspense a la reflexión sobre el absurdo de la guerra. Sin ser discursiva en ningún momento, Battle Circus muestra a unos personajes que saben cuál es su deber, no tanto como militares, sino como simples seres humanos. Se señaló en su momento, como principal debilidad de la película, la escasa química existente entre Humphrey Bogart, un médico seductor y atormentado, y con algunos problemas con el alcohol, y June Allyson, abnegada enfermera inmediatamente enamorada de su superior. No es Allyson de las mejores cómplices de Bogart, pero ambos representan bien la incertidumbre para encarar una relación en semejantes circunstancias. La película pivota entre secuencias casi de “screwball comedy”, como la que se da en el barro en el exterior de una de las tiendas, y el suspense dramático digno de Sólo los ángeles tienen alas, de las escenas protagonizadas por los pilotos.
Take the High Ground parece tener un aire más marcial y patriótico, por su inicio al paso de la música militar y la ambientación en un campo de instrucción para futuros soldados. Sin embargo, de nuevo, Brooks atiende mucho más a los sentimientos y las relaciones personales, que al régimen militar. Un sargento protagonizado por Richard Widmark en una excelente interpretación, vuelca cierta tendencia a la tiranía motivada por traumas personales, en unos chavales que tendrán que desprenderse de su inocencia. La réplica a Widmark se la da otro gran actor, Karl Malden, que trata de paliar con comprensión y mesura los excesos de su compañero. Sólo por ver ese gozoso duelo interpretativo ya merece la pena Take the High Ground.