"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Cuando en 2005 La escurridiza (L’esquive) –un filme rodado en Mini-DV con actores no profesionales– se llevó los Cesar a la mejor película, director, guión y actriz revelación, arrollando a títulos tan populares como Los chicos del coro (2004) o Largo domingo de noviazgo (2004), “Le Monde” tituló que había sido la venganza de los humildes. Es tentador interpretar que este espíritu de revancha también alimenta al filme, pero La escurridiza, pese a estar rodada en los suburbios franceses (las ahora celebérrimas banlieuex) con actores en su mayoría magrebíes, no apunta su mirada a la rabia y la frustración del gueto, sino que únicamente aspira a capturar un pedazo de vida en los márgenes de la sociedad urbana moderna. Salvo un pequeño episodio de violencia en el tercio final, en la película no hay coches quemados, ni peleas entre bandas; tan sólo pequeños dramas de instituto y titubeos románticos entre adolescentes tan reales como cercanos, con los cuales es difícil no encariñarse.
La escurridiza cuenta los devaneos entre Krimo y Lydia, los tímidos avances de uno y la esquiva ambigüedad de la otra. Deseoso de acercarse a Lydia, Krimo se une al grupo donde ésta prepara un montaje escolar de “El juego del amor y el azar” de Mariveaux, una obra del siglo XVIII con la que la profesora de Lengua trata de hacerles ver cómo el medio nos condiciona e, inevitablemente, nuestra condición social se revela a través del lenguaje. Al mismo tiempo le exige a Krimo, torpe y negado para la interpretación,que deje de ser él mismo; pero éste es incapaz. El director Abdellatif Kechiche expone con sencillez el núcleo del conflicto que conlleva la política de asimilación cultural francesa, pero no permite que el comentario social dicte el discurso de la película.Aunque tanto la violencia como la cárcel sobrevuelan el presente y futuro de los personajes, aquí la única tragedia son los celos de una ex-novia, la mirada perdida de un amigo, el silencio de la chica que amas. Kechiche se introduce con naturalidad en la vida cotidiana de estos personajes, sus absurdas discusiones a gritos y los rígidos códigos que dictan la conducta apropiada en su pequeño universo arrabalero.Recordando a ratos al estilo nervioso de los hermanos Dardenne o al Érik Zonka de La vida soñada de los ángeles, Kechiche filma siempre desde cerca, prácticamente encima de los personajes, con una cámara vivaz que capta todas las miradas y gestos de unos actores que tal vez no hagan otra cosa que interpretarse a sí mismos, pero lo hacen maravillosamente.Yentre risas y emoción, agazapados entre ellos, casi vislumbramos el instante en que la inocencia se escurre de sus vidas, intimidada ante la oscura amenaza de la madurez.