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La expectación ayer por la tarde era máxima en la sala de prensa del Kursaal para recibir a Quentin Tarantino y Brad Pitt, que venían acompañados de Lawrence Bender, productor de Malditos Bastardos, cinta que se estrenó ayer mismo en los cines.
La película narra varias historias entrelazadas durante la ocupación alemana en Francia. Shosanna Dreyfus presencia la ejecución de su familia a manos del coronel nazi Hans Landa (Christoph Waltz, galardonado en Cannes por Mejor Actor). Consigue huir a París, donde empezará una nueva vida como dueña de un cine. Por otro lado, el teniente Aldo Raine (Brad Pitt), lidera un grupo de soldados judíos americanos, conocidos como “Los Bastardos”, preparados para eliminar cada nazi que encuentren por el camino.
Tarantino tardó unos diez años en escribir el guión de Malditos Bastardos, que fue interrumpiendo con otros proyectos. Durante el proceso de escritura del guión el realizador pensó en Brad Pitt para el papel de Aldo Raine, pero consideró que “la estrella más solicitada del mundo” probablemente no estaría disponible, y él quería rodar inmediatamente. “Es maravilloso trabajar con Brad. Hace tiempo que queríamos hacerlo y éste fue el guión perfecto”, confiesa el realizador. “Sinceramente, no pensé en nadie más para el papel”.
Los piropos fueron mutuos, ya que Pitt señaló que “el plató de Tarantino es como una iglesia, y él es el dios de su iglesia. Fue divertidísimo rodar con él, y aprendí muchas cosas con él”.
El reparto de la película fue una especie de “torre de Babel”. La historia está contada en inglés, francés y alemán, y el director se preocupó de que la nacionalidad de los actores coincidiese con la de los personajes. “Es el reflejo del mundo en el que vivimos y resulta más real”, observó Pitt.
Tarantino llegó a calificar Malditos Bastardos de “spaghetti western con iconografía de la II Guerra Mundial”, una óptica diferente del cine bélico. Y en efecto, si el espectador se deja guiar por la música que acompaña los títulos de crédito introductorios, puede pensar que va a presenciar una historia del Oeste. El director, para quien la música tiene gran importancia en el proceso creativo, toma prestadas canciones de otras películas que acaban por dar un sentido diferente a las imágenes.
Lo que parece un tema demasiado serio para un director tan gamberro, resulta un relato delirante en el que los judíos acaban por vengarse de los nazis y acaban con el Fürher y la plana mayor en una secuencia final explosiva. Un relato que tiene todos los ingredientes de la factoría Tarantino: personajes exaltados, situaciones con una buena dosis de violencia y guiños a la historia del cine. Gloria.
Ane Rodríguez