"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Aunque casi todos los años se da algún caso similar, sorprende encontrar una película como Norteado en una sección dedicada a nuevos directores, y es que tras sus imágenes hay más madurez, sutileza y capacidad narrativa que en muchos trabajos de cineastas consagrados. Y hay poesía, algo que en cine no es nada fácil de conseguir, una poesía hecha de soledades, de miradas, de deseos insatisfechos, de dudas y de perseverancia. Esta poesía es la que hace que en ocasiones el espectador se quede como embelesado aunque los papeles digan que ésta sólo es una más de las películas que tratan el que quizá sea “el tema” del siglo XXI, las migraciones, los desplazamientos de los desposeídos en busca de unas mínimas condiciones de vida. Hay momentos en que Norteado remite más a películas como Lake Tahoe, proyectada el año pasado también en Zabaltegi, que a filmes sobre el paso de la frontera entre Estados Unidos y México.
Está claro que aquí también hay un personaje con la obsesión de cruzar la frontera para empezar una nueva vida, y además no ceja en su empeño, pero en un momento determinado todo esto pasa a un segundo plano y la película se centra en la relación entre los tres personajes principales, un triángulo sutil, más insinuado que mostrado. De cualquier manera, la frontera siempre está ahí, y su presencia, su atracción, llega a convertirse en un personaje más.
Un hombre que llega sin nada a la frontera e intenta pasar al otro lado una y otra vez sin éxito se instala en una pequeña tienda de fruta con dos mujeres y enseguida empieza la batalla de la seducción. Los tres tienen sus historias, historias marcadas siempre por la frontera, historias en las que los seres que alguna vez fueron amados están en el otro lado, en otro país, en otro mundo. Alguien parece haber decidido que Tijuana no es más un lugar de paso, y los que se instalan allí, como las dos mujeres de este triángulo tan especial, nunca dejarán de ser perdedores. Hay que pasar al otro lado, y no preguntarse si uno podría haber sido feliz en Tijuana sin jugarse la vida por lo que posiblemente sólo sea un espejismo, llegar a un supuesto Eldorado aunque para ello haya que dejar atrás el amor. Cuando una historia de éstas se cuenta con la sensibilidad con la que lo hace Norteado hay que quitarse el sombrero y aplaudir.
M.B.