"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Woody Allen regresa a Nueva York, y lo hace con una lucidez plena y unos diálogos llenos de ingenio que recuerdan a algunas de sus mejores películas. Vuelve a abordar los temas de siempre, el sentido de la vida, la religión, la caducidad del amor, la fragilidad de los sentimientos, pero sin que el espectador sienta que le están repitiendo nada. Y no sólo eso, sino que seguramente habrá quien agradezca el regreso de Woody Allen de sus exilios londinenses y catalanes.
Whatever Works tiene un comienzo que recuerda inmediatamente al de Melinda y Melinda, con un coro de amigos que, desde la terraza de un bar neoyorquino, se encarga de ir presentando al personaje y la historia. Con Allen situado en esta ocasión únicamente detrás de la cámara, vamos conociendo al personaje interpretado por Larry David, un descreído sabio y misántropo, algo cínico en ocasiones, que por puro azar se cruza con una joven que es todo lo contrario, ignorante, sin malicia, con un punto de simpleza. La relación entre los dos personajes es el núcleo de la película, pero hay más historias, como la de los padres de la chica, todos ellos bastante desorientados en un principio.
En algún momento parece que Whatever Works va a ser un enfrentamiento entre dos visiones de la vida, que de esta película va a salir una tesis, pero el único mensaje que finalmente se transmite es que hay que tomar la vida como viene y aprovechar lo que funciona bien. Y es que es complicado luchar contra el azar cuando somos conscientes de que estamos donde estamos gracias al encuentro fortuito de un espermatozoide y un óvulo concretos. Son cosas que sabemos desde siempre, pero agradecemos que alguien nos las cuente con la lucidez con que lo hace Woody Allen, y vemos que hasta el pesimista más recalcitrante puede llegar a ser feliz.
M.B.