"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Placeres culpables cinematográficos los tenemos todos, el novelista James Ellroy (L.A. Confidencial, La dalia negra) también. En una extensa entrevista, Ellroy reivindicaba, por ejemplo, la olvidada Vivir y morir en Los Ángeles (William Friedkin, 1985) y, especialmente, la figura de Charles Bronson, en detrimento de Clint Eastwood, en filmes tan poco “nobles” como Ciudad Violenta (Sergio Sollima, 1970), El Luchador (Walter Hill, 1975), y su preferida, El justiciero de la ciudad (Michael Winner, 1974).
Precisamente, al igual que este último título, I, The Executioner entra dentro del políticamente incorrecto subgénero de los justicieros y vengadores urbanos, cayendo esta vez el ajuste de cuentas de rigor sobre cinco adineradas mujeres que abusan sexualmente de un retrasado mental, provocando su posterior suicidio. Contado así, I, The Executioner podría parecer una versión tokiota, hard y extrema de la serie “Sexo en Nueva York”, pero gracias a la dirección y al talento de Tai Kato para hacer, como decía Jacques Tourneur, con lo que le daban el máximo posible, podemos hablar de ella como una cinta con un poder de fascinación comparable al de la coetánea Branded to Kill (Seijun Suzuki, 1967), cult movie con la que comparte una exquisita y dura fotografía en blanco y negro de marcado carácter expresionista, ¿o más bien “sexpresionista”?
Pequeña en sus pretensiones, grande en sus logros, I, The Executioner nos hace añorar aquellos días en los que el cine no estaba, como hoy, en manos de “autores”, la mayoría por defecto, y carente de auténticos directores dignos de tal denominación. Porque el sentido final de la presente retrospectiva Japón en Negro no es sólo descubrir este apartado del cine japonés, sino también revisar con nuevos ojos, sin legañas, el noir norteamericano de serie B, el polar, el poliziesco, etc. Libres de prejuicios y anatemas, ¿y por qué no empezar alquilando el dvd de Un verano para matar (Antonio Isasi-Isasmendi, 1972) al salir de la proyección?
Ignacio HUIDOBRO