Desde que la joven cineasta libanesa vino el año pasado con Caramel, los cambios en su vida no han dejado de sucederse. Su despegue profesional no pudo ir mejor y en cuanto a su vida personal, su feliz espera ha redondeado el año.
Nadine Labaki (1974) estudió Artes de la Comunicación en Beirut. Tras cosechar varios galardones con sus cortometrajes, obtuvo una plaza en la Residencia del Festival de Cannes donde finalizó el guión de su largometraje. “Fue una experiencia increíble. Conviví con cinco cineastas de países diferentes durante seis meses. Me ayudó a concentrarme y pude acabar mi guión, al no tener nada más que hacer”. Nadine ha resultado ser la alumna aventajada de esta promoción del 2004.
El año pasado presentó su primer largometraje y ahora le han invitado para juzgar el trabajo de otros cineastas. ¿No siente que su carrera está avanzando con gran velocidad?
Sí. Encuentro increíble estar en un Jurado compuesto por gente profesionalmente tan establecida y que lleva en este negocio tanto tiempo. Nunca pensé que las cosas pasarían tan deprisa. Siempre he soñado con que mi trabajo fuese admirado y reconocido por los demás, pero no pensé que ocurriese así.
Por otro lado, también está acompañada por jóvenes colegas como Martina y Leonor.
Es cierto, pero ambas llevan un bagaje profesional importante a sus espaldas, con al menos 20 títulos. Y yo, tras mi primera película, ya estoy aquí. Es un sueño que se está haciendo realidad.
¿Ya preparada para el segundo largometraje?
Sí, lo tengo en la cabeza, aunque aún hay que madurarlo. Es demasiado temprano para hablar de él. Estoy escribiéndolo, pero en este momento tengo demasiadas distracciones alrededor, como el Festival, la llegada del bebé, etcétera. Todo está pasando al mismo tiempo. Con un poco de suerte lo acabaré antes de dar a luz en enero.
La historia, ¿estará basada en Líbano otra vez?
Sí. Aún siento la necesidad de rodar películas en mi país, en mi idioma. Todavía hay muchas historias que tengo que contar de esta cultura que conozco tan bien.
¿Qué puede hacer el cine para mejorar conflictos políticos?
Yo creo que puede hacer mucho. Como realizadores deberíamos darnos cuenta del poder que tiene el cine y cómo una película puede cambiar las cosas. Es un arma tan poderosa que no sólo puede influir, sino también hacer pensar. Tenemos este privilegio de mostrar nuestra visión sobre una situación y no lo acabamos de explotar del todo. Aunque no podamos cambiar la sociedad, sí podemos hacer que la gente piense.
Las historias más cotidianas como Caramel a veces llegan mejor a la gente.
Así es. Sólo sigo mi corazón y mi instinto, sin complicaciones. No me gusta hacer películas complicadas que requieran análisis. En la vida, también me muevo más por instinto. Hago lo que me pide el corazón.
¿Siente que es libre para contar las historias que quiere o existen aún algunos tabúes que tiene que respetar?
Conseguí contar una historia con un montón de tabúes y fue bien recibida. Tienes que encontrar la manera sutil de decir las cosas que quieres contar. No creo en la provocación. La sutileza, muchas veces, es una manera más elegante de relatar los conflictos.
¿Le ha cambiado la perspectiva de vida su inminente maternidad?
Me siento mucho más calmada, más serena, pero no ha cambiado mi visión de las cosas. Por el momento sólo son pequeñas preocupaciones de cómo me va a afectar en mi día a día, tanto en mi vida personal como en la profesional. Cuando llegue el bebé, estoy segura de que cambiará.
¿Cuál es la dificultad de hacer una película en Beirut?
Es una lucha continua, ya que no hay una industria cinematográfica. Por otro lado, este condicionamiento también hace que la gente que llega a producir lo haga porque realmente tiene una pasión por su proyecto y lucha hasta al final para poder sacarlo adelante.
¿Qué importancia tiene su propio país en ese bagaje cultural que refleja en sus historias?
A mi parecer, es importante que, como libanesa, si triunfo en el extranjero, pueda volver a Beirut y devolver algo de lo que me dio mi país. Hablo tanto de mí como de toda la gente que sale. Es la manera de hacer que las cosas funcionen en mi región. Una de las cosas que no me gusta de mi región es que la gente niega sus raíces y su cultura. Creo que pasa en todas partes. Es importante conocer tu pasado para poder ir hacia el futuro. Yo quiero ser tan oriental como occidental, quiero tener este equilibrio entre los dos mundos, del que procedo y hacia el que voy.
Pero Líbano, por otra parte, es esa mezcla de Occidente y Oriente que comenta.
Exactamente. Con un poco de suerte llegaremos a ese equilibrio necesario. Estamos en el buen camino.
Ane RODRÍGUEZ