"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
En el cine, y posiblemente en cualquier otra actividad humana, hay gente de la que sólo se puede discutir si una de sus obras es mejor que otra o viceversa, pero se da por sentado que son incapaces de hacer algo malo aunque lo intentasen. Así, Woody Allen tiene partidarios de una u otra de sus épocas, pero son muy pocas las personas que no reconocen su genialidad y un estilo propio resistente al paso del tiempo. Pues bien, en opinión de este cronista, los hermanos Coen, Joel y Ethan, Ethan y Joel, entran perfectamente en esta categoría. Yo al menos no recuerdo una película de la que haya salido echando pestes; unas me han parecido buenas, otras muy buenas y bastantes, excelentes. Y además, todas estas obras que van de una calidad más que aceptable a la excelencia tienen registros muy distintos.
Burn After Reading ha sido definida como “alta comedia”, y, desde luego, no se le puede negar el calificativo de alta si hace referencia al guión, a las situaciones ideadas por sus creadores o al trabajo interpretativo de todos los actores que intervienen en esta divertidísima película, empezando por los papeles principales y terminando por los que aparecen menos en pantalla, pero a los que sería injusto denominar “secundarios”, y es que en esta película todo funciona como un perfecto engranaje. Hasta las situaciones que suenan totalmente disparatadas cobran aquí su razón de ser y funcionan como sólo pueden funcionar con un equipo como el que está detrás de Quemar después de leer.
Y hay otro aspecto nada desdeñable: la crítica, amable si se quiere, de los servicios secretos, en este caso norteamericanos, pero podrían ser de cualquier otro país. No hay más que recordar la cantidad de ordenadores portátiles y de datos considerados confidenciales o sensibles -¿qué querrá decir “datos sensibles”?- que han perdido los gobernantes y los servicios de seguridad británicos en los últimos meses, algo que, por su reiteración, suena a chiste de los malos, pero es la realidad, aunque sea mucho menos creíble que lo que nos cuentan los hermanos Coen. En cierta manera, esta comedia se podría considerar también cine político, ya que, además de hacer bastantes risas, el espectador no puede menos que preguntarse en manos de quién estamos. Y es que uno se imagina unos servicios secretos con agentes como los de Burn After Reading y se echa a temblar, más que a reír.
Creo que ya he escrito en algún sitio que filmes de este tipo cumplen en los sesudos festivales de cine una labor analgésica que nunca agradeceremos suficiente, ya que, entre tanto sufrimiento, tanto psicópata, tantas situaciones duras y tanta realidad extrema que nos ofrecen la mayoría de las obras proyectadas, hacen reír a la gente y le dan fuerzas para volver a sumergirse en los dramas.
M.B.