"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Recuerdo que hace unos cuantos años me gustó bastante la película Fin août, début septembre, del entonces desconocido, al menos por estos pagos, Olivier Assayas, del que posteriormente volvimos a tener noticia. No sabría explicar muy bien por qué, pero sus personajes me resultaban cercanos, me identificaba con lo que les pasaba y la historia me interesaba, algo que, por otra parte, me suele suceder curiosamente con bastantes directores y películas francesas.
En el caso de L’heure d’été no se puede decir que el tema me sea tan cercano, ya que mis posibilidades de heredar cotizadas obras de arte y joyas del diseño son muy escasas, por no decir prácticamente nulas, pero hay algo en esta cinta que me atrae y me engancha, y creo que tiene que ver con esa disyuntiva que se plantea a los tres personajes de la película entre conservar algo que han amado y que ha sido parte suya durante muchos años, o romper amarras con el pasado, un pasado con dosis de misterio y atracción, pero también con sus cargas sentimentales, unas cargas que pueden llegar a ser bastante pesadas. Y, además, ya se sabe que las herencias suelen ser, más que una forma de enriquecerse, una oportunidad excelente para pelear con toda la familia.
Una distinguida mujer, consciente de que su fin está cercano, sondea a sus tres hijos sobre el futuro de la casa familiar y las preciadas obras de arte y objetos de diseño que hay en ella. Sólo uno de los hijos vive en Francia; otro es un hombre de negocios que vive en China, y la hermana, interpretada por una discreta Juliette Binoche, se dedica al diseño en Nueva York. Cuando la madre muere se abre una cierta lucha entre los elementos más materialistas de la familia y los que sienten cierto apego hacia los tesoros del hogar familiar. Creo que no hace falta decir quién gana.
Olivier Assayas se vuelve a mostrar en esta película como un excelente creador de personajes, unos personajes que van mostrando sus deseos y sus contradicciones, y que ven cómo finaliza una parte importante de sus vidas. Con la madre desaparece la casa familiar, y con ésta la relación que han mantenido hasta entonces. Una historia que a partir de ciertas edades se repite constantemente, aunque no todo el mundo tenga ocasión de discutir qué hace con los cuadros de Corot del salón. De cualquier manera, aunque estos personajes no nos sean tan cercanos, vuelve a quedar clara la habilidad de Assayas para crear personajes y situaciones.
M.B.