"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
La historia de tres chavales que salen a dar “una vuelta en carro” sirve a Julio Hernández Cordón para trazar un retrato de la Guatemala actual. El director de Gasolina nació en Estados Unidos hace 33 años, creció entre México y Costa Rica y a los 16 años llegó a vivir a la capital de Guatemala, a la Zona 15. Del encuentro con esa sociedad y la vida de los chavales de su edad surgió la idea de esta película.“Una noche –relata Hernández Cordón– salí con otros chavos del barrio y, en la avenida Vista Hermosa, casi atropellamos a dos personas indígenas que cruzaban la carretera. El chico que conducía dio la vuelta en U y las alcanzamos en la gasolinera, se bajaron y les empezaron a pegar, diciéndoles que era para enseñarles cómo se tenía que atravesar la calle. Yo me quedé impactado, dentro del carro, y no hice nada, pero nadie, ni los gasolineros –que también eran indígenas– hizo nada”.
Con Gasolina, asegura su director,“yo lo que quiero es hablar de la violencia, que es una situación cotidiana en Guatemala: después de la guerra hay mucha gente armada y quedaron muchas personas desempleadas, del ejército, de la policía, de la guerrilla y hay gente que ha asesinado porque se toca la bocina de un carro, y al otro no le gusta y dispara”.
Por eso, reconoce, la película es violenta. “Es una violencia un poco contenida y aunque no vemos sangre, la violencia está ahí” porque, a su juicio, el país tiene una especial carga violenta que se manifiesta en casi todo: “En cómo hablamos, cómo enfrentamos al otro, o en el tratamiento de los indígenas que, aunque son el 60 % de la población, siguen siendo como una minoría y tratados así, como se ve en la película”.
La impunidad está también muy presente en esta sociedad, donde asegura “la gente hace como el padre que en el filme da una paliza al amigo de su hijo: se toma la justicia por su mano, cuando quiere, y lo hace con el hígado, y después no pasa nada”.
La primera película de Julio Hernández ha contado con un presupuesto bajo y la financiación ha sido sobre todo privada: “En Guatemala no hay ni instituto del cine ni apoyo para el cine, así que la hicimos con un premio que gané para desarrollo de proyectos, las 21 obras que me donaron para su venta varios amigos pintores, la colaboración de dos oenegés y algunos inversores individuales, y el apoyo de mucha gente, que igual nos hizo la mensajería que nos invito a café”. El rodaje, cuenta, transcurrió siempre de noche, de 5 de la tarde a 7 de la mañana, y en él destaca la labor de los tres protagonistas, actores aficionados, de cuyo trabajo y aportaciones está muy satisfecho.
“También, afirma Hernández, estoy muy agradecido a esta ciudad y al Festival, porque gracias a Cine en Construcción pude terminarla: 35 mm, buen color, efectos, mezcla de sonidos y simulaciones en 3D, que me permitieron finalizar la película”.
Además de la presentación de la cinta en varios festivales -Locarno, Buenos Aires, Sao Paulo y Londres-, Julio Hernández está pendiente de la presentación del estreno en Guatemala, el próximo 31 de octubre: “Allí mucha gente no está cómoda con Gasolina porque dicen que no es positiva y que no refleja las cosas buenas del país, pero no puedo presentar a Guatemala como Disneylandia, sería hipócrita por mi parte”.
P.Y.