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El filme de Jaime Rosales creó polémica y no dejó indiferentes a los espectadores. La expectación se saldó con una división de opiniones: aplausos y silbidos. Los pasillos fueron nido de comentarios sobre Tiro en la cabeza, película basada en los hechos sucedidos el 1 de diciembre de 2007 cuando miembros de ETA mataron a dos guardias civiles vestidos de paisano en la localidad francesa de Capbreton.
“No ha sido mi pretensión hacer una reflexión sobre la sociedad vasca. Me he limitado a construir una ficción basada en hechos reales que pueda ser útil. Con Tiro en la cabeza he querido aportar, ideas” dijo, el director.
Rosales subrayó que ha intentado crear una obra humana desde el trabajo y la humildad. “He querido contribuir con una nueva idea positiva y de esperanza para superar el problema vasco”.
La película cuenta con dos partes. Una primera, ficción, y la segunda, la recreación de los hechos de Capbreton.“Las relaciones en torno al protagonista son de naturaleza real o documental, es decir, en las escenas en las que Ion Arretxe está hablando con su hermana y su sobrino, lo está haciendo con ellos de forma absolutamente natural”. A partir de esa idea Rosales colocó la cámara muy lejos del círculo de acción y les dijo a los actores que hablaran de temas reales: alegres, emotivos…
En opinión de Ion Arretxe, trabajar con actores no profesionales, con personas muy cercanas, fue fácil. También lo fueron los diálogos. Muy cotidianos. “Trabajamos un grupo reducido y rodamos casi en secreto. Eso requirió una gran concentración. Las escenas de la cafetería de Capbreton, por ejemplo, fueron las más difíciles de rodar. Como vasco pensé que debía contribuir con algo a la película. Y mi aportación ha sido, dar la cara”.
El director barcelonés considera que mostrando nuevos contenidos y formas, el lenguaje del cine tiene que evolucionar. Opina que el espectador del futuro tiene que ser una persona de un alto nivel de conciencia.“Yyo estoy trabajando desde el cine hacia él”.
Cuando supo de la noticia de Capbreton, Rosales percibió una estructura dramática como cinematográfica. “Sé que en la película hay situaciones de difícil comprensión, pero haciendo un esfuerzo, se entienden. Le he dado importancia al gesto, a todo lo visual… dejando de lado la palabra. En la película no se escucharán los diálogos, no quiere decir que no los haya, sino que el espectador no los escucha”.
Para el director, “el otro, es decir, la persona que está en el extremo opuesto, que llega casi a ser inhumano y puede hasta matar, también tiene puntos de similitud con nosotros”. Rosales sostiene que la única manera de empezar un nuevo proceso que nos lance en una dirección definitiva hacia la solución final, pasa por considerar al otro como alguien que puede también aportar algo a nuestra propia visión, “aunque sea muy difícil”, añadió.
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