"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Tenía dieciséis años cuando apareció por primera vez en una pantalla en un papel que ya anunciaba cómo iba a ser su personaje en el cine: la adolescente hija de la familia de César et Rosalie (Ella, yo y el otro) de Claude Sautet. Un año después llenó de vida a la pequeña Jacqueline de Les valseuses (Los rompepelotas). Pero realmente la descubrimos como la callada protagonista de La dentellière (La encajera) de Claude Goretta. Con poco más de veinte años, Isabelle, nacida en París en 1955, conseguía hacer realidad un sueño que albergaba desde la infancia: ser actriz. A partir de entonces, la presencia de Isabelle Huppert ha llenado las pantallas en más de ochenta películas. Ha trabajado con los más interesantes directores europeos y americanos: Godard, Sauve qui peut (La vie)[Que se salve quien pueda (La vida)], Pialat, Loulou, Tavernier, Coup de torchon (1280 Almas), Cimino, Heaven's Gate (Las puertas del cielo), Hartley, Amateur, Ruiz, La comédie de l'innocence (La comedia de la inocencia) ... Su nombre está unido de una forma incuestionable al de Claude Chabrol. Chabrol hizo de ella una asesina inesperada en Violette Nozière (Prostituta de día, señorita de noche) (1978), papel por el que consiguió su primer premio en Cannes. Allí nació una amistad y una relación que a lo largo de los años ha dado como fruto cinco películas más: Une affaire de femmes (Un asunto de mujeres), Madame Bovary, La cérémonie (La ceremonia), Rien ne va plus (No va más), que obtuvo la concha de oro del Festival de San Sebastián en 1997, y Merci pour le chocolat (Gracias por el chocolate). A pesar de que en todas ellas, Isabelle Huppert ha encarnado a heroínas digamos poco recomendables, ha sabido dotarlas de una ambigüedad entre el dolor y el humor que es sin duda una de sus mayores virtudes como actriz. En los últimos años ha protagonizado dos películas que demuestran la madurez de este doble registro: la dureza de hoja de cuchillo de Erika en La pianiste (La pianista) de Haneke, que le valió su segundo premio en Cannes y con quién ha repetido en Le temps du loup, y la deliciosa solterona transformada en hermosa mariposa en 8 femmes (8 mujeres) de Ozon. Treinta años de profesión y muchos personajes inolvidables la han convertido en uno de los nombres indispensables del cine mundial.