"Z365" o "Festival todo el año" es la nueva apuesta estratégica del Festival en la que confluyen la búsqueda, el acompañamiento y el desarrollo de nuevos talentos (Ikusmira Berriak, Nest); la formación y la transmisión de conocimientos de cine (Elías Querejeta Zine Eskola, Zinemaldia + Plus, Diálogos de cineastas); y la investigación, la divulgación y el pensamiento cinematográfico (el proyecto Z70, Pensamiento y debate, Investigación y publicaciones).
Paco Rabal recibió con enorme alegría la noticia de que este año se le otorgaba el Premio Donostia. El Festival se lo debía desde hacía tiempo, pero sus obligaciones laborales no lo habían hecho posible hasta ahora. La noticia de su muerte al regresar del Festival de Montreal, donde igualmente había recibido un homenaje, consternó a sus amigos y admiradores, es decir, a medio mundo. El Festival mantiene el tributo prometido.
Rabal (1925-2001) intervino en casi 200 películas. Su primer trabajo delante de una cámara, en 1948, cuando sólo tenía 23 años, llamó la atención de todos. Su naturalidad, su personalísima voz y su varonil figura de galán le hicieron destacar en el panorama de aquel cine español.
Y no sólo español. Fue reclamado por Buñuel (Nazarín, 1958; Viridiana, 1960; Belle de jour, 1967), por Saura (desde Llanto por un bandido, 1964, hasta Goya en Burdeos, 1999), por los debutantes de la Escuela de Barcelona (Después del diluvio, de Jacinto Esteva, 1969), por Glauber Rocha (Cabezas cortadas, 1970), por Antonioni (L'eclisse - El eclipse, 1962), Visconti (Le streghe - Las brujas, 1966) y Rivette (La religieuse - La religiosa, 1966). Siempre dispuesto a apostar por gente joven y por proyectos arriesgados, intervino igualmente en Tormento, de Pedro Olea (1974), Las bodas de Blanca, de Francisco Regueiro (1975), y La colmena, de Mario Camus (1982).
El más internacional de nuestros actores consiguió el premio al mejor actor en el primer Festival de Cine de San Sebastián, celebrado en 1953, por su trabajo en Hay un camino a la derecha, de Francisco Rovira Beleta, y entre muchos otros galardones, en 1984 obtuvo igualmente el del Festival de Cannes por Los santos inocentes, de Mario Camus, que compartió con Alfredo Landa. Truhanes (1983), Padre Nuestro (1985), La hora bruja (1985), El aire de un crimen (1988), ¡Átame! (1990), El hombre que perdió su sombra (1991) o El Evangelio de las Maravillas (1998) son sólo algunos de los títulos inolvidables de su amplia filmografía.
Pero si no fuera todo eso suficiente justificación para otorgarle el Premio Donostia del Festival de San Sebastián, Paco Rabal lo mereció además por su trayectoria personal, siempre fiel a sus ideas, a sus amigos y a sus principios. Un actorazo. Todo un hombre.